¿Por qué muchos de nosotros a pesar de tener una fe cristiana, con sus principios y valores, pareciera algunas veces que todavía seguimos luchando con una vida oscura e inestable emocionalmente?
En su libro “Corazón Infante” Louis y Carol Gordon tratan de dar una posible respuesta que tiene que ver con las heridas que todos en algún momento tuvimos en nuestra infancia. Ellos dicen: “Las heridas sufridas en la niñez reinan sobre nuestras vidas. Cuando nuestros padres no nos proporcionan un amor profundo, intenso y protector de forma incondicional, se abre una puerta de temor y rechazo. El corazón infante sabe que algo anda mal, pero no lo puede entender. Un lado del alma queda atrofiada a medida que el temor empieza a inundarlo.”
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La podemos ocultar, fingir pero nuestras acciones con los que nos rodean, evidencian que algo hay adentro que nos hace vivir un tipo de vida interna pantanosa, con un sentimiento de que algo falta ahí.
Tarde o temprano esa herida que no fue sanada, sale en la edad adulta en su peor versión. Esas heridas nos llevan a tomar decisiones buenas, malas o equivocadas, afectan nuestras relaciones personales y laborales, algunos fueron dañados desde que estaban en el vientre de la madre.
En fin, es un grito del niño que calló, que no encontró una forma de defenderse. No tenía la fuerza, la voluntad o la capacidad de decidir, y hoy lo quiere hacer.
Posiblemente esa herida que mantuvimos por años, y que quizás llegamos a odiar, nos convierte en odiosos ante los demás. Algunos padres y madres me han expresado que tuvieron a una madre enojada, un padre abusivo o evasivo. Ellos juraron que no serian igual, pero ahora en la condición de padres o madres se han convertido en lo que tanto odiaron, y la herida que les fue causada, la han traspasado a sus hijos sin poder explicarse el por qué.
Una de las estrategias del mal, es golpear tan fuertemente esa etapa para que vivamos toda nuestra vida con un sentido de falta de protección, especialmente de Dios. Desconfiar de la fidelidad de Dios es una semilla que crece en nuestro ser y nos pone en desventaja para tener una vida saludable en Dios.
¿Cómo se sana un corazón Infante? No hay una pastilla, ni pasos a seguir porque cada corazón infante es diferente, pero el inicio de toda restauración, tiene que ver con la aceptación, con el reconocer que sí, existió la herida y es su responsabilidad buscar la sanidad por los medios que Dios le permita.
Personalmente, creo que algo restaurador es que ese corazón infante comience a hablar con personas que le pueden ayudar espiritualmente y/o profesionalmente.
Ese grito tiene que salir, porque de lo contrario como dice la sabiduría bíblica: Mientras callé se envejecieron mis huesos en mi gemir todos los días. (Salmo 32:3)
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