Roberto llego a mi oficina junto con su esposa a tratar un problema que les había estado dañando como pareja. Era un tipo alto, con muy buena educación al igual que Sandra, su esposa; ella era una mujer muy bonita, elegante y educada, era el tipo de mujer que atrae a cualquier hombre con solo encontrarla en el pasillo o en la calle.
Como en muchas ocasiones, él había llegado a mi oficina a regañadientes, porque fue Sandra la que insistió en buscar ayuda con un consejero matrimonial, ya que a los hombres dijo él, no nos gusta buscar ayuda por iniciativa propia. El había hecho repetidas promesas de cambio, pero los días pasaban y no sucedía nada, así que llegaron a mi oficina y comenzaron a contarme su problema.
Sandra me hablo de las maravillas de Roberto como hombre, en su profesión, y como padre era muy atento, cuidadoso con los niños.Por casi veinte minutos me hablo de la belleza de Roberto, a lo cual yo comenzaba a preguntarme ¿Entonces por qué me buscaron? Hasta que llego el minuto veinte y uno y Sandra se detuvo y comenzó a quebrar su voz, y para mi sorpresa fue Roberto quien me dijo:
- Nuestro problema es que yo soy muy buen padre, pero un mal esposo-
-Amo a mis hijos, me gusta estar con ellos, pienso en ellos continuamente, y me conecto muy bien con ellos, pero no con mi esposa-
-Muchas veces llegan a nuestra casa nuestros amigos, o salimos con ellos, y tienen una buena apreciación de mí, por mi comportamiento, pero cuando todos se van, me vuelvo callado y distante con mi esposa-
-Para mí es muy fácil decirle a mis hijos que les amo, que son todo en mi vida, pero no puedo decirle eso a mi esposa, y las únicas veces que se lo he dicho es cuando tenemos nuestra intimidad sexual, pero a la mañana siguiente vuelo a ser el hombre distante del corazón de mi esposa-
-soy un buen padre pero un mal esposo-
En todos estos años de consejería, este caso no ha sido el único, podríamos llenar un cuarto inmenso con esos hombres que están influenciando positivamente la vida de sus hijos, pero dañando el corazón de su esposa. Las causas pueden ser tan variadas y diversas que solo con ayuda espiritual y profesional pueden ir siendo sanadas y restauradas.
Como un elemento básico estos Robertos que ambulan en todo el mundo deben de recordar que el mejor regalo que le pueden dar a sus hijos, es amar a la madre de esos hijos; es decir a sus esposas. No cabe duda que los hijos son esponjitas y aunque no lo creamos ellos asimilan los distanciamientos en el hogar, y en la medida que crecen esto va repercutiendo en sus vidas, ellos toman modelos, o se vuelven defensores de mamá.
Dios diseño el matrimonio estableciendo la relación matrimonial como prioridad ante cualquier otra relación, en ese sentido según el orden de Dios, mi verdadera prioridad es mi esposa, las demás relaciones, llámense hijos, familiares, amigos, etc. vienen a formar parte de mis otras prioridades, pero no la primera. Por un simple principio que se encuentra en la expresión bíblica, en Génesis 2:24 “Y serán una sola carne hasta que la muerte les separé”.
La única relación hasta que la muerte les separé es la matrimonial, de ahí, no existe ninguna otra en el orden de Dios, aun nuestros hijos. Es indudable que siempre serán nuestros hijos, pero están destinados a irse de nuestras casas y formar sus nuevos hogares.
En uno de los tiempos de consejería le dije a Roberto:
- De nada servirá que les haya manifestado su amor como un buen padre sin haberles mostrado que también era un buen esposo. Es decir el concepto pleno de la familia.
- Al salir de la casa ellos se llevaran una maleta espiritual y emocional con creencias, emociones y fotos en su corazón que les servirán o les dañaran en su vida matrimonial, envíelos bien equipados para enfrentar la vida como buenos padres y buenos esposos
Roberto entendió ese principio y logro cambiar su actitud, y decidió darles el mejor regalo a sus hijos...Amar a su madre.
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